Yo trabajo desde que tengo 15 años.
Vendí ropa en negocios varios, fui mesera en parrillas de barrio y
bares cool de la Avenida Libertador, saqué fotocopias. Todo eso sin
un aporte previsional. Recién desde los 36 años tengo un trabajo en
blanco, con aportes, vacaciones pagas, aguinaldo, licencia por
maternidad, y todo lo que viene con eso.
Desde que empecé a trabajar, a los 15,
tenía en mente un objetivo: ahorrar dinero para hacer un viaje, si
era a Europa mejor (ustedes saben como somos ese cúmulo amorfo de
personas llamada clase media). Por supuesto ese ahorro era en
dólares. Si no hubiera sido así se lo hubieran comido las
hiperinflaciones de Alfonsín y la consecutiva de Menem. Pero yo
juntaba mis pesitos, me iba al kioskito cerca de la casa de mis
viejos (uno de los famosos arbolitos), y me compraba unos dólares.
Después con el 1 a 1, la compra se hizo más fácil. A los 30 ya
tenía amarrocados los suficientes verdes como para comprarme un
pasaje (el más barato y con más escalas que un bondi
interbalneario) y en abril de 2000 aterricé en Roma. Pero hoy no es
mi intención extenderme en el anecdotario de ese viaje. Lo que
quiero contar que ese dinero que junté era dinero en negro. Dinero
que gané trabajando en lugares que evadían las cargas sociales que
implica tener empleados. Lugares en los que me estafaban a mi y
estafaban al fisco (las veces que me habré escondido en el baño
cuando venía una inspección!!! claro, igual no fueron muchas).
A lo que voy. Hoy un pibe o una piba de
30 (nombrar a ambos géneros es políticamente correcto pero entre
nos, me hincha las pelotas) que ahorró 15 años para darse un
gustito de ricos, no podría hacerlo. Por qué? Porque no podría
justificar de dónde sacó la plata para comprar esos dólares
necesarios para viajar ¿Es acaso que las historias particulares me
importan y entonces me disfrazo de defensora de ausentes y pobres, y
vocifero, reclamo y grito? Pues no. Me importa poco que un individuo
no pueda darse el gusto de viajar, ni que se estén “vulnerando sus
derechos constitucionales” de comprar divisas extranjeras. En todo
caso es un problema personal, un escollo individual que nada tiene
que ver con la política ni con el interés público, que siempre y
por definición aristotélica, es superior.
Lo que sí me importa y me preocupa es
que el individuo en cuestión (si no tiene intención de cometer un
delito en comisión acercándose a las mesas de dinero del dólar
“blue”) no podría viajar por no tener manera de justificar la
procedencia del dinero en vez de amonestar, sancionar, multar y
escarniar (existe esa palabra?) a los empleadores que toman personal
en negro. Entonces se pone al carro delante del caballo y se pierde
una vez más la oportunidad de articular políticas públicas (claro,
hay que reconocer que esta articulación la deberían haber pensado
desde e Ministerio de Trabajo y sabemos que Tomada es un poco inútil
para todo aquello que tenga que ver con la gestión, salvo que se
trate de instalar kiosquitos).
Desdolarizar la economía es saludable
y es un objetivo que comparto. Obligar a los grandes tenedores de
divisas a liquidarlas localmente, es una medida de política
económica legítima y más que interesante. Fiscalizar la salida de
dinero producido localmente para la repartija de dividendos, ni les
cuento lo contenta que me pone. Controlar el origen de los fondos
destinados a la compra de dólares, es acertado teniendo en cuenta la
necesidad de controlar además el blanqueo proveniente de actividades
ilegales (como la prostitución forzada y el narcotráfico que,
convengamos, ahora con el dólar paralelo tienen un canal de
liquidación formidable y un negocio que le pone el moño a la
impunidad). Pero no todo el dinero en negro proviene de actividades
ilegales que realizan sus tenedores, como es el caso de trabajo en
negro. En ese caso, la actividad ilegal la realiza un tercero que es
a quien hay que ir a vigilar y castigar porque cometió un delito
doble: contra el Estado y contra el individuo contratado. Gastar
recursos para ocuparse del chiquitaje en vez de organizarse en
función de perseguir el “delito mayor”, es una pérdida de
tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario